‘Pepe’ Mujica, el presidente latinoamericano más famoso del mundo que se reunió con la cárcel, la tortura y la política
Con un cuerpo que lleva las cicatrices de una vida llena de experiencias y luchas, José ‘Pepe’ Mujica falleció

Con un cuerpo que lleva las cicatrices de una vida llena de experiencias y luchas, José ‘Pepe’ Mujica falleció ayer a los 89 años, víctima de cáncer, una batalla que finalmente dejó de pelear. Su legado, sin embargo, vivirá en la memoria colectiva.
A partir de ahora, el cabello blanco de “Pepe” y su piel curtida por el sol se encontrarán en paz en un rincón del hermoso campo uruguayo, un lugar donde esperará, junto a su inseparable amiga de cuatro patas, Manuela. Lucía Topolansky (80 años), su compañera de vida, con quien compartió momentos de lucha y resistencia, lo despedirá en un ambiente sencillo, alejado de tributos y ceremonias solemnes.
Pepe Mujica. Foto:Claudio Reyes / AFP
«Creo que a alguien le gusta morir. Porque estamos diseñados para querer vivir, pero sabemos que eventualmente moriremos», compartió con sinceridad, dando cuenta de su aceptación del ciclo vital. Mujica decidió no someterse a más tratamientos tras su diagnóstico de cáncer de esófago en abril de 2024.
El reconocido líder latinoamericano, que pasó de ser un guerrillero a un demócrata convicto, vivió experiencias extremas en su vida: cárcel, tortura y desafíos políticos. Su historia se asemeja a la de una estrella de rock, inspirando libros y hasta películas. Su legado incluye la legalización del aborto y la marihuana, así como ser un ferviente defensor de la igualdad matrimonial en Uruguay. Aceptó su muerte con la misma serenidad que mostró a lo largo de su vida.
Creo que a alguien le gusta morir. Porque estamos diseñados para querer vivir, pero sabemos que eventualmente moriremos.
Para comprender a Mujica, es necesario realizar un viaje en el tiempo. En medio del siglo XX, Uruguay atraviesa una grave crisis económica y social. En este contexto, un joven de apenas 30 años, inquieto y con un fuerte sentido de justicia, decidió que era momento de actuar y no solo de protestar.
Nacido el 20 de mayo de 1935 en el seno de una familia de pequeños agricultores, Mujica estaba consciente de las injusticias sociales y la desigualdad que aquejaban a su país. Desde joven, se involucró en la política, comenzando como activista estudiantil y luego como parte del Movimiento Nacional de Liberación-Tupamaros, una guerrilla urbana que se inspiraba en la Revolución Cubana, activa en Uruguay durante los años sesenta y hasta 1972.
Fuga de Mujica Foto:Cubra el revestimiento de archivo de El Media El Diario
En este contexto, conoció a Lucía Topolansky,
“Si no fuera por Lucía, me habría quedado atrás”, admitió honestamente. «Soy una persona que puede ser difícil, así que sé que no soy fácil de tratar».
Sus ideales e impulsos lo llevaron a realizar acciones audaces, como atacar bancos y distribuir dinero entre los necesitados, desafiando así al régimen militar de la época. Sin embargo, la represión de aquella época fue brutal: Mujica sufrió seis disparos y fue arrestado en múltiples ocasiones, siendo su encarcelamiento más prolongado de 13 años (1972-1985), la mayoría de los cuales pasó en aislamiento extremo.
“Soy una persona difícil, y soy consciente de ello. Para bien o para mal, soy así.”
«Varias veces la muerte estuvo a mi lado», reflexionaría años después, con una calma que le caracterizaba, como si su vida fuera una serie de eventos inevitables.
En 1972, con la inminente instalación de la dictadura cívico-militar en Uruguay, Mujica experimentó años de sufrimiento en prisión.
Juan María Bordaberry, el presidente, disolvió el parlamento con el respaldo de fuerzas militares y policiales. La doctrina de la seguridad nacional guió la brutal represión, que más tarde se expandió con el Plan Cóndor, facilitando la persecución, secuestro y desaparición forzada de disidentes en toda la región.
Cuando finalmente fue liberado en 1985, con el regreso de la democracia, su perspectiva había cambiado. Había dejado las armas y el anarquismo, pero no sus convicciones. En su lugar, entendió que la verdadera revolución debía hacerse desde dentro del Estado. Así nació el “Pepe” Mujica político.
Mujica, el presidente «sin corbata»
José ‘Pepe’ Mujica y su emblemático Volkswagen Celeste Foto:Pablo Bieelli / AFP
Conectado profundamente con los principios democráticos, a pesar de sus «deficiencias», Mujica tuvo una carrera política prominente, resaltada en 1989 con la fundación del Partido MPP, que se consolidó como el sector más votado en el frente amplio, la coalición más importante del país.
En 1994 ganó las elecciones a la Vicepresidencia y luego se presentó a todas las elecciones senatorial de 1999, 2004, 2014 y 2019, ganando en todas ellas, hasta que aceptó el cargo de ministro de Ganadería y Agricultura.
Subestimado por la oposición, logró un notable éxito en las elecciones presidenciales de 2009, y desde entonces fue una figura justa y estratégica en la política uruguaya hasta sus últimos días, generando simpatía y admiración en muchos sectores.
No soy pobre; la verdadera pobreza reside en aquellos que creen necesitar muchas cosas para ser felices.
Su estilo no se asemejaba al del político tradicional: Vestía camisas holgadas, nunca usó corbata y llegó al palacio presidencial en un viejo Volkswagen Beetle que se convirtió en un ícono de su austero mandato.
Desde el inicio, fue enfático en que su administración no se basaría en el lujo. Se negó a mudarse a la residencia presidencial y continuó viviendo en su «granja», donde cultivaba flores y criaba pollos junto a su esposa. Donaba su salario a causas sociales.
«No soy pobre; la pobreza reside en aquellos que piensan que necesitan muchas cosas para ser felices», compartió en una conversación con New York Times, mientras relajaba su presencia en su hogar, rodeado de un entorno modesto.
Las reformar progresivas de «Pepe» que revolucionaron América y el mundo
Pepe Mujica bajo un equipo presidencial. Foto:AFP
Pero su presidencia iba más allá de ser un caso curioso; durante su mandato, se aprobaron algunas reformas sumamente progresistas en América Latina.
En 2013, Uruguay se convirtió en uno de los pioneros en permitir el matrimonio entre personas del mismo sexo. La medida fue respaldada por 71 de los 92 parlamentarios presentes en la sesión. Mujica defendió la legislación con su característico pragmatismo: «El matrimonio entre personas del mismo sexo es algo tan antiguo como la humanidad misma. Tuvimos figuras históricas como Julio César y Alejandro Magno; es irrefutable que este matrimonio existe; no es moderno, es parte de la historia».
Todos están en contra del aborto, pero si apoyamos a una mujer que toma esa decisión, muchos reconsiderarían.
Javier Zúñiga, un asesor especial de Amnistía Internacional, subrayó la importancia de su papel en la lucha por la igualdad en la región. «Fue un paso significativo hacia la plena igualdad para las personas LGBTIQ+ en América del Sur, un área donde la discriminación y la violencia contra la orientación sexual y la identidad de género son extremadamente altas».
Así, Uruguay se erigió como la duodécima nación en adoptar tal ley, convirtiéndose en un ejemplo para el resto del continente, tras Argentina.
En el mismo año, se legisló una ley que permitía a las personas embarazadas interrumpir su embarazo de manera segura y legal. En un continente donde el aborto sigue siendo un tabú, Mujica defendió esta decisión como un derecho, no como un dilema moral.
El presidente de Uruguay es uno de los personajes políticos más emblemáticos de América Latina. Foto:Efusión
«Muchos están en contra del aborto, pero al proporcionar apoyo a una mujer que decide hacerlo, es probable que muchas reconsideren», dirigió Mujica la atención hacia la problemática de la despenalización, no solo para prevenir muertes debido a abortos clandestinos, sino también para contribuir a la disminución de estas prácticas.
Por supuesto, además, quedará grabada en la historia la acción que lo hizo notable a nivel mundial: la legalización de la marihuana bajo control estatal.
Mujica hizo de Uruguay el primer país en regular la producción y venta de cannabis, un esfuerzo que no fue motivado por simples deseos placenteros, sino por una estrategia importante: buscaba desmantelar el tráfico ilegal de drogas y enfocarse en el consumo como un problema de salud pública, no como un crimen.
Reacciones a la muerte de ‘Pepe’ Mujica: Gustavo Petro Foto:X: @Potrogustavo
«No es bonito legalizar la marihuana, pero es peor entregar a las personas a los narcotraficantes. La única adicción aceptable es el amor», afirmó con su característico tono reflexivo.
A lo largo de su mandato, el ex guerrillero se destacó por desmantelar las estructuras sólidas, siempre manteniendo un respeto inquebrantable por las reglas democráticas y el diálogo, sin caer en la radicalización. Así, por ejemplo, aceptó prisioneros de Guantánamo en concordancia con el gobierno del entonces presidente estadounidense, Barack Obama.
Como todo gran líder, no estuvo exento de críticas. Entre su legado incompleto quedaron la reforma educativa, la reducción del déficit fiscal y mejoras a la infraestructura uruguaya, preocupaciones que siguieron siendo pendientes incluso tras su salida del poder.
¿Por qué se considera a Mujica un filósofo del siglo XXI?
Presidente de Uruguay (2010-2015) José Mujica y su esposa Lucía Topolansky. Foto:AFP
Después de culminar su mandato presidencial, Mujica retomó su puesto en el Senado uruguayo hasta que la pandemia de covid-19 lo forzó a renunciar en 2020. Su legado, marcado por su oratoria y habilidades políticas, dejó una impronta ética en la política, junto a un estilo de liderazgo caracterizado por la honestidad y la simplicidad.
Tras dejar la presidencia en 2015, Mujica se mantuvo como una figura influyente. Sus discursos, llenos de reflexiones sobre la vida y el consumismo, se volvieron virales en las plataformas digitales.
No es bonito legalizar la marihuana, pero es peor entregar a las personas a los narcotraficantes. La única adicción saludable es el amor.
«El problema no es ser pobres, es que aspiramos a vivir como ricos», expresó a un auditorio lleno en Madrid, con su chaqueta abierta y pliegues en la piel, como si las evidentes verdades de sus palabras requerían reflexión.
A los 85 años, cuando el cáncer comenzó a debilitarlo, todavía se involucraba en entrevistas y participaba en foros internacionales. Sin embargo, ya no tenía la energía de antaño. En su última aparición pública, con el rostro lleno de arrugas y una voz más suave, dejó una poderosa reflexión: “El odio es un fuego, como el amor, pero el amor es un creador y el odio nos destruye.” A pesar de no ser un gran creyente, parecía tener una fe inquebrantable en la humanidad.