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Pensábamos que habíamos visto a Doom ejecutándose en todo tipo de dispositivos. Hasta que alguien probó una impresora de billetes. – Desde dentro

Habíamos visto Doom ejecutándose en casi todos los dispositivos imaginables: desde una calculadora de Texas Instruments hasta una prueba

Pensábamos que habíamos visto a Doom ejecutándose en todo tipo de dispositivos. Hasta que alguien probó una impresora de billetes.

 – Desde dentro

Habíamos visto Doom ejecutándose en casi todos los dispositivos imaginables: desde una calculadora de Texas Instruments hasta una prueba de embarazo modificada. Pasar por la Touch Bar en una MacBook. La comunidad lleva años demostrando que si algo tiene pantalla y procesador, alguien intentará ejecutar Doom. Pensábamos que el listón no podía elevarse más hasta que alguien decidió hacerlo él mismo para este desafío en un lugar inesperado: una impresora de boletos.

Más allá de lo técnico, hay algo casi filosófico en este desafío: no se trata de ver si Doom funciona, porque sabemos que el juego puede ejecutarse en un hardware muy limitado. La pregunta es si podremos hacer esto en dispositivos que teóricamente no están diseñados para esto. Dispositivos cerrados con una función muy concreta que de repente se convierten en pequeñas plataformas de juego. Esta transformación de lo cotidiano en algo inesperado es lo que mantiene viva la pregunta: “¿Y si pudieras hacerlo?”

Una impresora con alma de ordenador. El dispositivo seleccionado por el canal. Bringus Estudios No es una impresora de tickets tradicional. Es una solución para pequeñas empresas capaz de imprimir recibos y ejecutar aplicaciones típicas de terminales POS en la misma computadora. Esta integración explica por qué incluye un sistema operativo integrado, puertos USB, conectividad propia e incluso una pegatina original de Windows 7 Pro Embedded. Para quienes lo utilizaban en aquel entonces, era simplemente un terminal punto de venta. Para quienes lo encuentran hoy, es mucho más que eso.

Cuando el desarrollador decide abrir la máquina, el aspecto exterior da paso a una estructura metálica más propia de un ordenador industrial que de una impresora de recibos. Debajo de la tapa se encuentran tornillos, cables SATA, puertos USB internos, una placa base e incluso un pequeño altavoz integrado. Apenas hay concesiones en el diseño, todo está preparado para funcionar durante horas en un entorno comercial. En lugar de un accesorio periférico, encontrará un ordenador completo escondido bajo una carcasa funcional y robusta.

Jugando a Doom en una pantalla de papel. Una vez que descubrieron que la máquina podía comportarse como una computadora completa, el siguiente paso fue inevitable: ejecutar Doom. El creador de contenido recurrió al renderizado por software, ajustando el brillo y el contraste de la impresión térmica y convirtiendo el papel en la salida visual del juego. Cada fotograma se imprimió como una imagen monocromática, creando una especie de pantalla enrollable sobre sus pies. El resultado no fue ni cómodo ni eficiente, pero sí extremadamente ingenioso.

Demasiado calor para un juego normal. El sistema era capaz de imprimir «Doom», pero no estuvo preparado para ello durante varios minutos. Muchas escenas produjeron mucho negro, lo que provocó que el cabezal térmico se calentara más de lo previsto. Llegó un punto en el que la impresora dejaba de imprimir o generaba secuencias confusas e incomprensibles. El autor utilizó un ventilador externo para alargar la sesión mientras los papeles se acumulaban en el suelo y el comportamiento del juego se volvía tan impredecible que casi había que jugar por pura intuición.

El experimento no terminó con Doom. Al probar Half-Life, el resultado fue diferente: el estilo visual del juego parecía encajar mejor en papel térmico y producía imágenes más claras. El autor empezó a imprimir escenas que permitían distinguir con cierta claridad pasillos, puertas o personajes, hasta el punto de querer salvarlos. Incluso recreó uno de los momentos clásicos del juego, el microondas en el laboratorio, confirmando en papel que la olla finalmente explotó. A pesar del retraso de varios segundos entre lo que sucedió en el juego y lo que apareció en el papel, las escenas todavía eran lo suficientemente legibles como para querer conservarlas. Ya no sólo se jugaba, sino que se documentaba.

Lo que empezó como una simple impresora acabó convirtiéndose en un recordatorio de por qué este desafío sigue fascinando a tanta gente. Independientemente de si el resultado es incómodo, ilegible o está lleno de papel, lo que importa es que funcionó. Se ejecutó el juego, la impresora imprimió las imágenes y se demostró que incluso un equipo rutinario diseñado para funcionar silenciosamente detrás de un mostrador puede terminar convirtiéndose en un experimento digno de una historia.

Imágenes | Bringus Estudios

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