No dejan de elegir y luchan entre pandillas
En Barranquilla, la lluvia va más allá de simplemente provocar inundaciones o el desbordamiento de arroyos. Cada vez que

En Barranquilla, la lluvia va más allá de simplemente provocar inundaciones o el desbordamiento de arroyos. Cada vez que se forma una nube gris en el cielo, se convierte en un presagio de un peligro inminente: el que emerge con herramientas afiladas, piedras en mano, un Garron o agresiones inesperadas. Con cada gota que cae, el miedo también se recrudece.
Este fenómeno no es algo nuevo, ha ocurrido en numerosas ocasiones, pero esta vez fue capturado en video. Tuvo lugar el sábado en el distrito de El Sanctuary, específicamente en Carrera 8 con Calle 48, una zona donde el aguacero había comenzado a intensificarse en el sur de la ciudad.
Un motociclista intentó avanzar por las aguas acumuladas cuando de repente un grupo de jóvenes se le abalanzó. Él luchó con valentía, pero uno de ellos le propinó una puñalada en el hombro, dejándolo herido y con el rostro retorcido por el dolor, mientras las lágrimas de sangre se mezclaban con el agua que le salpicaba. En ese instante, su única preocupación se centró en huir con su motocicleta, mientras los delincuentes, cubiertos por impermeables, parecían esperar a su próxima víctima, como si hubieran montado un punto de control.
No se trató de un caso aislado. Ya el lunes, nuevamente bajo un torrencial aguacero, otro motociclista fue sorprendido en la Calle 30. Dos hombres se le acercaron en una esquina y, con una actitud amenazante, le arrebataron su bolso, sin ofrecer resistencia seria.
Dos hombres atacaron a los motociclistas durante un aguacero el lunes en Barranquilla. Foto:Redes sociales
Los testigos, atónitos, vieron a los delincuentes huir con su botín debajo del brazo, como si fuera algo habitual. Y de hecho, lo es. PAG Cada vez que llueve, las calles se convierten en emboscadas frutales, sirviendo de terreno fértil para todo tipo de delitos.
Komorski en las Calles
No obstante, los robos no son el único mal que trae la lluvia. En las mismas calles donde se forman charcos y corrientes, también proliferan las pandillas juveniles.
Grupos de jóvenes, armados con piedras, cuchillos y palos, se agrupan en las intersecciones como si se tratara de un juego territorial. Se inicia así una guerra de piedras que muchas veces impacta en los techos de las viviendas, haciendo temer lo peor.
En el suroeste de la ciudad, los vecinos han aprendido a interpretar el cielo como una señal de alerta. «Cuando se nublan los cielos y amenaza lluvia, nos apresuramos a buscar piedras para que esos chicos no tengan proyectiles con qué atacar», comenta un líder comunitario.
La Policía Metropolitana y la oficina del alcalde de Barranquilla han implementado diversas estrategias para tratar de contener estos enfrentamientos que parecen intensificarse con cada lluvia, pero hasta ahora sus esfuerzos no han arrojado frutos significativos.
Así, en Barranquilla, la lluvia ha evolucionado en un ritual de pavor. Es el momento de esconderse, no solo de las inclemencias del tiempo, sino también de asaltos y actos violentos.
El sonido de la lluvia sobre los techos ya no es el alivio que traía el calor, sino un aviso ominoso. Lo más sensato es permanecer a resguardo.
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