Estos son los detalles relacionados con su familia.
La narración que vamos a contar es la conmovedora historia de un vendedor de jugos que se encuentra en

La narración que vamos a contar es la conmovedora historia de un vendedor de jugos que se encuentra en las calles de Buenaventura, enfrentando un ciclo de sufrimiento tras la trágica pérdida de su pareja y padre de sus hijos, en un escenario marcado por la violencia y la incertidumbre. Este hombre, conocido como Wílmar Ayoví, fue asesinado en una brutalidad espantosa, dejando atrás a su compañera sentimental, Leydi Bonilla, y a sus dos hijos. Este trágico episodio se enmarca dentro de un contexto de violencia que ha caracterizado la región de Valle del Cauca, en la que se encuentra situada la ciudad de Buenaventura, un lugar que debería ser conocido por sus encantos naturales, pero que a menudo está ensombrecido por el miedo y la violencia.
Leydi, quien reside en el modesto barrio de Cascaal en Buenaventura, se enfrenta constantemente a la lucha diaria por sobrevivir al llevar a cabo la venta de jugos en la calle. A pesar de las adversidades, vive con la esperanza de poder alcanzar un mejor futuro para sus hijos adolescentes, quienes aún tienen todo un camino por delante. El sector donde vive es uno de los más empobrecidos de la ciudad, lo que agrega un peso adicional a su jornada diaria.
Área de Cochabamba, en Bolivia. Foto:Google Maps
Los cuerpos encontrados en las calles de Buenaventura fueron identificados como los de personas colombianas que habían vivido en la miseria, buscando mejores oportunidades. Wílmar Ayoví, un hombre de 47 años, originario de Puerto del Valle, y padre de tres hijos—los dos más jóvenes, de 13 y 16 años, son el fruto de su relación con Leydi.
A finales de 2024, Wílmar tomó la decisión de regresar de Chile, donde había trabajado durante cinco años, para reunirse con su familia en la costa pacífica. Sin embargo, la situación tomó un giro inesperado cuando decidió viajar a Bolivia a principios de 2025, guiado por la promesa de oportunidades laborales que le hicieron personas que había conocido en Chile. Ayoví se trasladó a Cochabamba, la ciudad de tercer nivel económico en Bolivia, buscando un futuro mejor para su esposa y sus hijos. «Él se esforzaba por su familia», dijo Leydi con añoranza.
Las expectativas de Leydi se tornaron sombrías cuando dejó de recibir noticias de Wílmar. Al principio, pensó que era normal debido a la falta de señal en la zona rural donde se encontraba. Sin embargo, la preocupación la llevó a angustiarse, y el 3 de abril se dio cuenta de que algo andaba mal al no recibir ni una sola llamada en días.
El centro panorámico de Buenaventura con la zona portuaria. Foto:Twitter: @laurisarabia
«Él siempre se preocupaba por sus hijos y por celebrarles sus cumpleaños», comentó Leydi, enfatizando lo presente que estaba Wílmar en sus vidas. No pasó mucho tiempo antes de que un mensaje de WhatsApp enviado por él antes de su desaparición dejara entrever la tragedia que se avecinaba; este último mensaje, que fue recibido el 21 de marzo, compartía una inquietante pregunta: «¿Quién está allí?». Leydi se atormenta al pensar que ese día podría haber sido el último de Wílmar en este mundo.
Leydi supo que Wílmar había viajado acompañado por otro colombiano, quien posteriormente le aseguró que Wílmar lo había dejado en casa de amigos bolivianos antes de su desaparición. Este colombiano le brindó la información sobre Wílmar, indicándole que no habían podido encontrarlo. «La incertidumbre fue creciendo cada vez más», recuerda Leydi dolorosamente.
La angustia se volvió insoportable para Leydi cuando, finalmente, un amigo colombiano que conocía a Wílmar se dirigió a la casa donde él había estado viviendo, sólo para descubrir que estaba vacía. Fue entonces cuando la cruel realidad se abalanzó sobre ella: llegaron a la morgue y confirmaron que era el cuerpo de Wílmar. Aparentemente, había sido encontrado colgado y con signos de haber sido torturado, un destino que ella nunca imaginó que su pareja podría sufrir.
Buenaventura y Malecon, en el centro. Esta área es un turista. Foto:Juan Pablo Rueda / El TIempo
Con el corazón desgarrado, Leydi comenzó una cruzada angustiosa para repatriar el cuerpo de Wílmar a su tierra natal en Colombia. Acudió a varias oficinas gubernamentales, incluyendo el Ministerio de Asuntos Exteriores, para hacer un llamado a la acción y alertar sobre el asesinato de su pareja. Las autoridades le informaron que la repatriación del cuerpo requeriría investigar primero su muerte, un procedimiento que podría tardar un tiempo indefinido. Leydi se enfrentaba a la dura realidad de que además debería reunir alrededor de 20 millones de pesos para el proceso, una suma que está muy por fuera de su alcance como vendedora de jugos. «No tengo esa cantidad de dinero. Mi única preocupación son mis hijos y su futuro», lamentó.
Aunque ella se siente atrapada por la desolación, ha decidido buscar la ayuda de la comunidad. Leydi está pidiendo apoyo a quienes puedan colaborar con ella en este duro proceso. Para quienes deseen ayudarla, puede ser contactada a través del número 314 8802761.
Temores de desapariciones.
En otra comunidad dentro de Buenaventura, también se vive la angustia debido a la desaparición de José Rósberg Mosquera, quien no ha dado noticias de su paradero desde marzo de este mismo año. Mosquera, que nació en esta región, había viajado a Nueva York el año pasado en busca de oportunidades. Sin embargo, su familia ha dejado de recibir noticias de él durante los últimos dos meses, lo que ha incrementado su angustia.
Uno de sus familiares en Buenaventura mencionó a que aunque se temía por su vida, podían pensar que estaba vivo, pero que podría haber sido detenido. La situación legal de Mosquera es un misterio, y su familia aún no cuenta con información clara sobre su situación en el extranjero.
El tiempo se ha comunicado con el Ministerio de Asuntos Exteriores para esclarecer la situación de Mosquera, pero el consulado indicó que no hay registros sobre colombianos detenidos con ese nombre, ni se han realizado gestiones para buscarlo.
Carolina Boorquez
Corresponsal de
Todo
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El hombre subió al escenario en el aeropuerto de Del Valle. Foto: