El cambio ideológico en los católicos en los Estados Unidos
A lo largo de la historia, ciertos papas han dejado una impronta que es irrepetible. Juan xxiii fue un

A lo largo de la historia, ciertos papas han dejado una impronta que es irrepetible. Juan xxiii fue un papa visionario que abogó por la modernización de la Iglesia Católica a través del segundo concilio de Vaticano, justo en una época en la que los Beatles también estaban transformando la cultura juvenil a nivel mundial. Igualmente, Juan Pablo II fue fundamental para guiar el debilitado imperio soviético hacia su colapso definitivo. La crítica al inicio del proceso para elegir un sucesor para Francisco estaba centrada en la posibilidad de que este nuevo pontífice adoptara una postura conservadora, alineada con las tendencias populistas que estaban resurgiendo en el mundo, similar a las representaciones que se podían observar en figuras como Donald Trump. Sin embargo, el resultado de la elección de Leo xiv indica que el legado del papa saliente continuará vigente, marcando un paso adelante en la modernización de la Iglesia.
A pesar de ello, ciertos grupos católicos conservadores han trabajado arduamente para contrarrestar las inclinaciones más progresistas de Francisco, como su apertura hacia la comunidad LGBTQ+, su compromiso con la justicia social, y su postura crítica hacia la administración de Donald Trump. Muchos de sus detractores son estadounidenses y, notablemente, se alinean con las ideologías del expresidente. Este grupo, conocido como El Magacatholics (hágamos América bien de nuevo), cuenta con contactos influyentes y un alto nivel de financiamiento.
Entre estos personajes, destacan Steve Bannon, exasesor de Trump y una figura prominente en medios de comunicación de extrema derecha, quien no dudó en calificar a Francisco de marxista y antiamericano. Bannon criticó al papa por permitir que el Partido Comunista Chino ejerciera cierta influencia sobre la iglesia dentro de ese país, así como por su enfoque compasivo en cuestiones migratorias. Otro personaje relevante, Roger Stone, clasificó la legitimidad del papado de Francisco como cuestionable, sumándose al coro de voces críticas hacia sus políticas.
El cambio drástico
La pregunta que surge es: ¿qué ha sucedido con los católicos estadounidenses que antes eran percibidos como parte de un entorno relativamente liberal? En 1960, una impresionante mayoría del 80 % de los católicos votaron por John F. Kennedy (JFK), no solo porque sería el primer presidente católico en la historia del país, sino también por su postura política progresista. En contraste, en 2020, solo un 52 % apoyó a Joe Biden, quien es un católico de convicciones más firmes que JFK.
Es importante señalar que, aunque los fieles de diversas religiones tienden a dividirse entre posturas conservadoras y liberales, ha habido un notable giro hacia posturas más radicalmente conservadoras entre los católicos en Estados Unidos.
Este fenómeno se relaciona, en parte, con una disminución en el compromiso religioso en el país. Las generaciones más jóvenes muestran poco interés en convertirse en sacerdotes, mientras que quienes sí lo hacen suelen tener unas inclinaciones más conservadoras. Según datos de la Universidad Católica en Estados Unidos, un 68 % de los sacerdotes ordenados entre 1965 y 1969 se identificaron como teológicamente progresistas, mientras que hoy, aproximadamente un 85 % de los nuevos sacerdotes se consideran conservadores o muy conservadores.
Además, la política de raza y clase desempeña un papel significativo en esta transformación. Históricamente, los demócratas dependieron en gran medida del voto de los cristianos blancos menos educados, particularmente en los estados del sur. Aunque culturalmente conservadores, estos votantes solían favorecer políticas económicas más socialmente progresistas.
Durante la década de 1960, el segundo Concilio Vaticano, junto a cambios sociales como los relacionados con el sexo, las drogas y los derechos civiles de los afroamericanos, motivó a muchos católicos a alinearse con el Partido Republicano. Este partido prometía una contrarrevolución cultural, y valores centrados en el orden y la familia que resonaban profundamente con ellos. Esta transición condujo a la adopción de posturas políticas que culminaron en el apoyo a Richard Nixon y, más tarde, a figuras como Trump. Una gran parte de los católicos que votaron por Trump en 2024 eran de origen blanco, mientras que aquellos que optaron por no apoyarlo eran predominantemente afroamericanos o latinoamericanos.
No obstante, es crucial notar que estas divisiones no son absolutas. Aún existe un número considerable de católicos progresistas en Estados Unidos, incluidos destacados cardenales y obispos. Sin embargo, el creciente poder de los católicos públicos que buscan revertir los cambios sociales y culturales de tiempos recientes es sorprendente. Bannon y Stone son ejemplos prominentes de esta tendencia, que también encuentra representación en la Corte Suprema, con varios jueces católicos conservadores, así como en el vicepresidente JD Vance, quien se convirtió en 2019.
La contrarrevolución cristiana también se ve impulsada por factores teológicos. Los católicos se preocupan profundamente por el aborto debido a su creencia de que la vida humana comienza desde la concepción. Esta cuestión, que antes no despertaba tanto interés entre los evangélicos, fue fundamental para que ambos grupos se unieran en torno al apoyo gubernamental a las escuelas religiosas. Así, la lucha contra el aborto surgiría como una causa ideológica, aunque la política se basara en el uso de fondos federales.
Los conservadores dentro de ambos grupos han ido encontrando una unidad cada vez mayor. Por una parte, los liberales urbanos, que poseen mayores niveles de educación, suelen tener posturas abiertas hacia cuestiones como la diversidad sexual, la inmigración y la identificación de género. Por otra parte, muchos estadounidenses que viven en áreas rurales y menos educadas sostienen creencias firmemente religiosas, basadas en definiciones biológicas del género y en la defensa del derecho a portar armas. Para ellos, las iniciativas anti-racistas son vistas como amenazas a su estatus social, y a menudo se desentienden de los problemas que preocupan a los liberales.
Aunque las interrelaciones entre estas distintas luchas culturales no siempre son lógicas, su influencia es innegable. Un ejemplo de esto se evidenció cuando Trump, a pesar de no ser un cristiano devoto, afirmó que Biden estaba ‘contra Dios’ y “contra las armas”. Para aquellos autodenominados «guerreros culturales» ultra conservadores, la relación parece clara: el amor por las armas también debe reflejar un amor por Dios. La inclusión de tantos católicos en esta narrativa resulta, en última instancia, preocupante.
Ian Buruma*
© Project Syndicate
Nueva York
* Ian Buruma, autor de libros como ‘Year Zero: A Story of 1945’, ‘The Churchill Complex’, ‘Winston y FDR a Trump y Brexit’ y, recientemente, ‘Spinoza: Messias of Freedom’.